jueves, 13 de noviembre de 2008

DEFENDAMOS AL ISS


Por Rodrigo López Oviedo

Apena decirlo: La lapidaria sentencia de Abraham Lincoln, aceptada hasta hoy como definición paradigmática de lo que es la democracia –el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo-, se ha ido decolorando en nuestro país, al punto que de ella solo nos va quedando algo más que sus letras labradas en algunos mármoles. Ese desvanecimiento no es reciente. Siempre lo hemos sufrido. Sin embargo, desde el momento en que nos impusieron la incómoda visita del neoliberalismo con su agosto depredador, lo que los colombianos hemos percibido de las acciones gubernamentales ha sido un constante acto de legislar y ejecutar, no por el pueblo ni para él, sino al margen de su voluntad y en contra de sus intereses.

La democracia entre nosotros solo ha sido manifestación de una farisaica política, dirigida en esencia a proteger los intereses del capital, sin importar que el pueblo termine empujado por los despeñaderos de la miseria. El disfraz para que no se le vea el rostro a este horroroso sino no ha sido otro que el de ofrecer a sus víctimas la posibilidad de acudir como borregos a la urna electoral, eso sí, sin garantizarles que el mandato que expresan con su voto represente compromiso alguno para los elegidos.

En darle cumplimiento a sus propósitos, nuestras clases dirigentes y su gobierno han resultado incansables. A cada momento ofrecen evidencias de ese tesón infatigable, siendo las más recientes la reforma tributaria, con la cual se proletariza más a la clase media, y la singular amenaza del Ministerio de Salud con el ISS. Refirámonos a este aspecto.

Cuando creíamos que la reestructuración del ISS ya se había espantado, al menos temporalmente, explotó la bomba puesta por el Ministerio de Salud en el despacho mismo de la Presidencia del Seguro: Mediante decreto de este Ministerio, se impondrá a la entidad la obligación de contratar con terceros la prestación de por lo menos el 50 por ciento de los servicios que actualmente presta a través de sus EPS y ARS. Las consecuencias de esta medida no se pueden ocultar. Sucumbirá el Seguro como cualquier tienda a la que le quitan la mitad de sus clientes, o como sucumbiría Bavaria si obligaran a Julio Mario Santodomingo a reducir su producción cervecera a la mitad, a favor de sus competidores.

Aunque esta medida resulta inexplicable desde todo punto de vista, sorprende especialmente que se haya originado en el Ministerio de Salud. Hasta donde tenemos entendido, el ISS está adscrito al Ministerio del Trabajo, y resulta lógico esperar que entre los ministros haya, por lo menos, un atisbo de respeto a sus propias competencias.

Pero sorprende aún más que el Seguro Social sea el afectado, pues se había pactado entre Gobierno, trabajadores y directivos congelar cualquier decisión de reforma a la Entidad hasta que se produjeran entre estos actores algunas coincidencias razonablemente satisfactorias que pudieran traducirse en acuerdos firmes.

El decreto, entonces, constituirá una nueva burla contra los trabajadores; pero no solo los del ISS, a quienes debemos agradecer el esfuerzo que hacen para que la Entidad no sucumba ante los embates neoliberales, sino contra todos los trabajadores colombianos, con cuyos recursos ella se sostiene. Porque no debemos olvidar que los recursos del ISS son proveídos en su totalidad por los trabajadores: En parte a través de lo que el patrón les descuenta por nómina, y en parte mediante el sobreprecio que pagan por las mercancías que adquieren para que el empresario pueda reembolsarse lo que le ha pagado al ISS por el mal llamado aporte patronal.

El ISS es de los trabajadores y a los trabajadores corresponde su defensa.

(Publicado por El Nuevo Día el 20 de diciembre de 2000)

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