jueves, 13 de noviembre de 2008

RETOS CONTRA EL DESEMPLEO


Por Rodrigo López Oviedo

A pesar de que los síntomas sociales no permitían esperar otra cosa, con algo de sorpresa recibimos los desastrosos datos del desempleo en Ibagué. No deja de conmovernos el encontrar que su tasa subío al 21,4 por ciento en diciembre 31 de un año en que, según nos lo informó el señor Presidente, la economía había comenzado a aligerar su paso. Luego de haber trasegados por los depresivos caminos de que fuimos testigos durante los últimos seis años, en los cuales dejamos abandonado un índice del 6,1 por ciento reportado en 1994, esperábamos que se comenzara a morigerar el problema, pero ocurrió lo contrario. Hoy tenemos en Ibagué 44 mil víctimas de tan horroroso flagelo, cargando a cuestas la angustia de un canasto vacío y un futuro sin esperanzas.

Pero hay que ser justos. Si es cierto que la economía está saliendo de sus crudas realidades recientes, ello no es suficiente para esperar una mejora automática del problema, y posiblemente de ninguno de los indicadores relacionados con la felicidad del ciudadano. El desempleo no cae por la simple creación de nuevos puestos de trabajo. Como lo explican muy bien quienes conocen del tema, una reactivación económica puede causar la incorporación al mercado laboral de muchas personas que antes no pertenecían a la población económicamente activa. Si esta irrupción se realiza en número superior al de los nuevos puestos, el desempleo aumentará en lugar de disminuir. Por este motivo, debemos aceptarle al Gobierno que aunque estemos viendo la luz al fin del túnel, el desempleo no disminuya.

El problema se presenta cuando la luz no se ve; o cuando se ve acompañada de fórmulas que, cual prismas divergentes, distraigan los efectos y distorsionen los resultados. Es lo que parece estarnos pasando cuando nadie le cree al Gobierno que la economía se está reactivando; o cuando los más optimistas solo le aceptan que hay una reactivación pero apenas en cierne. Lo cual se complica si a la incredulidad plena o a las creencias a medias se le suman evidencias, esas sí insoslayables, de que si algo le interesa poco al Gobierno es resolver el problema del desempleo. Muy por encima de tal preocupación, es claro que al Gobierno lo compromete el tema de la paz, y en éste lo acompañamos; pero también el del saneamiento del déficit fiscal y el de la competitividad internacional, ante los cuales guardamos distancia, no porque no sea importante resolverlos, sino porque la búsqueda de su solución carece de toda autenticidad, y más bien se avanza hacia ella –y avanzar es un decir- mediante fórmulas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, de las cuales más valdría esperar la muerte que la recuperación.

Dado el carácter explosivo que va tomando el tema, debiera ser adoptado como preocupación de todas las personas que de una forma u otra tienen que ver con él: Gobierno nacional, gremios económicos, centros de formación para el trabajo, sindicatos y empleadores en general debieran asumir su solución como tarea prioritaria y hacia ella orientar todos los esfuerzos. Pero todo ello debe partir de la redefinición del modelo económico imperante, pues el neoliberalismo ha demostrado no ser el que más conviene a la salud de los pueblos ni a la paz dentro de sus fronteras. En curso está el programa Empleo en Acción, que coordina la Red de Apoyo Social, al cual el Tolima podría sacarle buen provecho, máxime si sabemos que toda su geografía está afectada por graves problemas de violencia. El provecho dependerá de la creatividad que derrochemos en la presentación de proyectos factibles. Tal es el reto.

(Publicado por El Nuevo Día el 20 de enero de 2001)

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